Así usarán los hongos negros de Chernóbil para viajes espaciales de la NASA
La NASA analiza hongos de Chernóbil como escudo para viajes espaciales y abre una nueva vía biotecnológica para misiones a la Luna y Marte.
Los hongos melanizados encontrados en Chernóbil llamaron la atención de la NASA por su resistencia y su aparente capacidad para transformar radiación en energía. La agencia los estudia para proteger a las tripulaciones en futuros viajes espaciales, donde la exposición radiactiva supera por mucho los niveles terrestres. La investigación busca soluciones más ligeras y sostenibles que los escudos metálicos tradicionales.
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El interés creció con un experimento en la Estación Espacial Internacional. Ahí se demostró que estas especies, como Cladosporium sphaerospermum, crecen más rápido ante radiación cósmica y bloquean parte de ella. Con los viajes espaciales como objetivo central, la NASA explora cómo estos organismos pueden servir como base para nuevos materiales.
El hongo que prospera en radiación extrema
Los hongos negros de Chernóbil aparecieron en zonas altamente contaminadas tras el accidente de 1986. Científicos descubrieron que avanzan hacia fuentes radiactivas, un comportamiento único que sugiere un uso energético de la radiación. Su pigmento melanina cambia de estructura y favorece el crecimiento incluso en ambientes hostiles.
Esta propiedad los vuelve atractivos para misiones espaciales. La posibilidad de que conviertan un peligro en una ventaja abre líneas de investigación sobre materiales biológicos inteligentes. Expertos consideran que estos organismos podrían inspirar nuevas tecnologías de protección.
Resultados del experimento en la Estación Espacial Internacional
En 2018, la NASA envió muestras a la Estación Espacial Internacional. El crecimiento superó expectativas, se multiplicó hasta 21 veces con respecto a controles terrestres. Una capa mínima bloqueó parte de la radiación cósmica, lo que comprobó su potencial como escudo natural.
Los sensores mostraron reducciones medibles en el flujo radiactivo. Estos resultados impulsaron estudios para escalar este tipo de protección en futuras misiones lunares del programa Artemis y en proyectos rumbo a Marte.
Biomateriales para proteger a astronautas
La agencia analiza el desarrollo de materiales fúngicos ligeros y autoreparables. Una pequeña muestra permitiría producir protección en la Luna o Marte sin cargar estructuras pesadas desde la Tierra. Esto reduce costos y vuelve más eficiente la construcción de hábitats.
Científicos como Lynn Rothschild estudian la “mi-co-arquitectura”, que propone estructuras vivientes capaces de adaptarse al entorno. La NASA evalúa integrar estos sistemas en módulos habitacionales para ampliar la seguridad de las tripulaciones.
Retos y el futuro de esta tecnología
Escalar el cultivo en microgravedad y comprobar que la radiosíntesis ocurre en distintas cepas son desafíos pendientes. La comunidad científica ampliará las pruebas durante la próxima década, con nuevas misiones que validarán su funcionamiento en condiciones reales.
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La investigación promete aplicaciones más allá del espacio. Estos hongos podrían ayudar a diseñar biotecnologías contra radiación en medicina, energía y materiales avanzados. El avance también permitirá entender cómo podría surgir vida en mundos con alta radiación.
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