Gertz se va, pero las carpetas incómodas se quedan abiertas
En su columna “La herencia de Gertz”, Héctor Aguilar Camín sostiene que el legado del exfiscal no son sentencias ni justicia, sino tres investigaciones de alto voltaje que apuntan al corazón del poder del sexenio pasado.
Héctor Aguilar Camín disecciona sin concesiones el paso de Alejandro Gertz Manero por la Fiscalía General de la República y concluye que su legado no es el de una institución fortalecida, sino el de una dependencia usada para pleitos personales y disputas políticas. Durante su gestión, señala, la FGR no resolvió los casos que el país exigía, pero sí se concentró en venganzas privadas, como el proceso penal contra su propia sobrina, o en conflictos con figuras del poder, como Julio Scherer Ibarra.
Sin embargo, el autor advierte que la verdadera herencia de Gertz no está en lo que cerró, sino en lo que dejó abierto: tres investigaciones que hoy concentran las evidencias más delicadas de la corrupción del sexenio anterior.
La primera es la del huachicol fiscal, un presunto desfalco de 650 mil millones de pesos, en el que, según la indagatoria, participaron la Secretaría de Marina, autoridades locales, empresarios y dirigentes de Morena. Un entramado que, de probarse, revelaría una red estructural de complicidades dentro del Estado.
La segunda es el caso de La Barredora, donde se documenta la presunta conexión entre este grupo criminal y Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco, exsecretario de Gobernación y actual líder de los senadores de Morena, además de ser uno de los hombres más cercanos al expresidente, quien lo llamaba “su hermano”.
La tercera carpeta involucra a Raúl Rocha, propietario del certamen Miss Universo, a quien se le vincula con una red de huachicol fiscal importado desde Guatemala y con un tráfico de armas que habría terminado en manos del crimen organizado, todo con presuntas complicidades dentro del gobierno.
En estas tres investigaciones aparecen nombres que escalan hasta el círculo más cercano del poder: el del expresidente López Obrador, su hijo Andy y un grupo de amigos contratistas que se movieron con comodidad durante el sexenio.
Aguilar Camín sostiene que estas carpetas son, en realidad, lo único sólido que deja Gertz: expedientes que, si se investigan a fondo, podrían sacudir los cimientos políticos del nuevo gobierno.
Gertz se va sin sentencias históricas, sin justicia emblemática y sin credibilidad institucional. Pero se queda algo más pesado que su figura: tres expedientes que apuntan al corazón de la corrupción del poder. La pregunta ya no es qué dejó Gertz, sino si alguien se atreverá a abrir por completo esa herencia… o si también quedará archivada.
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