Cuando el enemigo se confunde: el gobierno castiga la protesta y tolera la violencia

En su columna “15N: más miedo a los ciudadanos que a los narcos”, Luis Cárdenas describe a un gobierno irritado que reaccionó a la marcha ciudadana con descalificaciones y golpes, mientras el país vive un repunte de violencia que ya no puede ocultarse.

protesta 15N
Reuters
Actualizado el 20 noviembre 2025 17:36hrs 2 minutos de lectura.
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Escrito por: Samuel Aguirre

La más reciente columna de Luis Cárdenas retrata a un gobierno federal que, frente al estallido de indignación por la violencia, eligió pelear contra los ciudadanos en vez de enfrentar a los criminales . Según el autor, la reacción oficial ante la marcha del 15 de noviembre fue más dura, más inmediata y más coordinada que su respuesta ante masacres, asesinatos o desapariciones.

Cárdenas describe a una administración “crispada”, obsesionada con controlar la narrativa, y a un coro oficialista que salió en bloque para minimizar la movilización: que no fue tanta gente, que no eran jóvenes, que eran los mismos de siempre, que se colaron viejos políticos. Todo, dice, para evadir el motivo real por el que miles salieron a las calles: un país harto de la violencia.

El autor hace un recuento del contexto que encendió la protesta: el asesinato del alcalde Carlos Manzo en Michoacán; la ejecución de los adolescentes presuntamente implicados en ese crimen; la masacre en Puebla; y una lista creciente de tragedias que, afirma, ya no se pueden esconder detrás del discurso oficial. “El país arde”, sentencia.

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La reacción del poder —continúa— fue reflejo puro del viejo instinto lopezobradorista: desprestigiar, etiquetar, dividir. En vez de escuchar, el gobierno decidió acusar. Una estrategia que Cárdenas considera torpe, antidemocrática y peligrosa.

La columna también detalla los excesos cometidos durante las detenciones del 15N. El abogado Ricardo Colorado relata casos de jóvenes que fueron golpeados, torturados y acusados de delitos desproporcionados. El caso de Gabriel Pérez, funcionario capitalino golpeado hasta casi perder un ojo por “parecer cholo”, se convierte en una imagen visceral del uso excesivo de la fuerza.

Para Cárdenas, el mensaje del gobierno es tan equivocado como alarmante: ver al ciudadano como enemigo y al crimen organizado como interlocutor. Y advierte que esa lógica puede volverse en su contra. La gente, escribe, no marcha para tumbar un régimen; marcha para poder vivir.

La frase final del autor es un mazazo seco:

“Hoy, el poder teme a quienes marchan. Debería temer a quienes matan.”

Si algo deja claro esta columna es que la 4T no está perdiendo la narrativa: la está reemplazando por miedo. Miedo al ciudadano que protesta, no al criminal que manda. Y cuando un gobierno confunde al enemigo, la historia siempre termina igual: primero se encierra, luego se desgasta… y al final, se quiebra.

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