En la columna del día publicada en El Financiero, el periodista Óscar Mario Beteta plantea una tesis provocadora sobre el reacomodo político que se vive en América Latina. Según el autor, lo que muchos interpretan como “el resurgimiento de la derecha” es, en realidad, el resultado directo del desgaste de múltiples gobiernos de izquierda, incapaces de entregar resultados y atrapados en dinámicas de confrontación, corrupción y desorden económico.
Beteta argumenta que este vacío fue rápidamente aprovechado por nuevos actores: algunos moderados que prometen eficiencia y orden, y otros abiertamente radicales que han capitalizado el hartazgo social con discursos de mano dura. Sociedades golpeadas por inflación, violencia, pérdida de servicios públicos y deterioro institucional encontraron en esos proyectos una alternativa inmediata.
El caso extremo es Venezuela, donde el colapso económico y democrático ha derivado en una crisis humanitaria sostenida, un régimen represivo y un éxodo de millones. Pero el autor aclara que no es una excepción aislada: los desgastes en Perú, Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia y Brasil han abierto la puerta a giros políticos abruptos y movimientos que buscan restaurar orden y austeridad, aunque con fórmulas muchas veces opacas o autoritarias.
Beteta añade un factor externo clave: una nueva estrategia de Estados Unidos, que retoma la lógica de influencia regional —muy cercana a la Doctrina Monroe— para contener a China y reposicionarse como árbitro en la geopolítica latinoamericana. Este reacomodo de Washington coincide con el desplazamiento de liderazgos locales debilitados.
En síntesis, la derecha no avanzó: la izquierda retrocedió por errores propios.
Lo que hoy parece una ola conservadora es, en realidad, la factura que la izquierda paga por haberse desconectado de sus promesas y de su gente. No ganó la derecha: perdió una izquierda incapaz de gobernar lo que prometió transformar.
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