Reforma a la Ley de Amparo: ¿protección o poder excesivo del Estado?

La reciente reforma a la Ley de Amparo, aprobada en el Senado, podría cambiar la relación entre los ciudadanos y el Estado.

Actualizado el 08 octubre 2025 22:37hrs
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Publicado por: Redacción adn Noticias

La aprobación en el Senado de la reforma a la Ley de Amparo ha encendido las alarmas entre juristas, académicos y defensores de derechos humanos, que advierten un cambio profundo —y potencialmente peligroso— en la relación entre los ciudadanos y el Estado mexicano. Lo que se presenta como un ajuste técnico podría, en realidad, debilitar una de las herramientas jurídicas más importantes para frenar abusos de autoridad. El juicio de amparo, concebido como el último escudo de los individuos frente al poder público, corre el riesgo de transformarse en un procedimiento limitado, sujeto a criterios políticos o administrativos más que al principio de justicia.

Una de las principales preocupaciones radica en el aumento de las facultades del Estado para congelar cuentas bancarias, cerrar negocios o detener personas sin ofrecerles un camino claro de defensa. La figura de la suspensión —mecanismo que hasta ahora podía frenar actos arbitrarios mientras se resolvía un amparo— se ve reducida, dejando a los ciudadanos en una posición de vulnerabilidad frente a decisiones gubernamentales inmediatas. En la práctica, esto podría significar que una persona acusada o sancionada sin pruebas suficientes no pueda acceder a una protección judicial oportuna.

Además, expertos señalan que la introducción del concepto de “legítimo interés” como requisito para promover un amparo podría restringir aún más su alcance. Esto limitaría la capacidad de organizaciones civiles, colectivos o ciudadanos comunes para impugnar leyes, actos o políticas que afecten derechos colectivos o ambientales, por ejemplo. Así, un instrumento que históricamente permitió a los ciudadanos defenderse de la arbitrariedad podría convertirse en una herramienta inaccesible o manipulable.

El debate también ha revelado tensiones más profundas: la politización del Poder Judicial y la tentación de controlar desde el poder las decisiones que afectan al propio gobierno. La elección de jueces con criterios ideológicos o de afinidad política debilita la independencia judicial, transformando los tribunales en espacios de complacencia más que de justicia. Si los jueces “juzgan para quedar bien” con el gobierno, como señalan algunos analistas, el principio de imparcialidad se ve amenazado.

En este contexto, la reforma a la Ley de Amparo no es solo un ajuste legal, sino un síntoma de algo mayor: la lucha por el equilibrio entre autoridad y libertad, entre el poder del Estado y los derechos del individuo. México enfrenta el reto de evitar que la legalidad se convierta en un instrumento de control más que de protección. La pregunta de fondo no es técnica, sino ética y política: ¿seguirá existiendo un espacio donde el ciudadano pueda defenderse del abuso, o el Estado quedará, una vez más, sin contrapesos reales?