¿Qué significa tener una nueva Suprema Corte de Justicia y un nuevo Poder Judicial?
El 1º de septiembre marcó un cambio histórico en el Poder Judicial mexicano: una nueva Suprema Corte nace bajo el peso de la legitimidad cuestionada y una mayoría absoluta que despierta dudas sobre su independencia.
El 1º de septiembre no fue un día cualquiera para la vida institucional del país: el Poder Judicial, esa columna vertebral encargada de mantener el equilibrio democrático, amaneció transformado. Una nueva Suprema Corte de Justicia tomó forma, pero no lo hizo en medio de consensos ni celebraciones unánimes; lo hizo bajo la sombra de la deslegitimación, en un contexto marcado por una mayoría absoluta que no pocos consideran avasalladora. La pregunta inmediata es inevitable: ¿qué significa este cambio profundo? ¿Estamos frente a una renovación necesaria que fortalecerá la justicia en México, o ante un viraje que podría devolvernos a épocas donde la independencia del Poder Judicial era más un discurso que una práctica real? Porque, al hablar de una toga, no solo hablamos de un símbolo; hablamos del poder que representa, de la historia que carga y de la responsabilidad que asume. La toga, en este momento, parece tejer una narrativa que podría recordar los años de Echeverría, López Portillo e incluso Díaz Ordaz, donde la subordinación del Poder Judicial al Ejecutivo era una constante y las decisiones no emanaban de la autonomía, sino de la obediencia. Este panorama abre preguntas inquietantes: ¿qué pasará con las controversias constitucionales, esas herramientas que han permitido mantener a raya el abuso de poder? ¿Se eliminarán del mapa político-jurídico nacional, debilitando así uno de los contrapesos más importantes? ¿Estamos frente a un nuevo orden judicial que aspira a la modernización, pero sacrifica en el camino la pluralidad y el debate? O, peor aún, ¿frente a un Poder que nace sin credibilidad, sin confianza social, y que arrastra desde su origen el estigma de haber sido diseñado por una hegemonía política? Hoy, México enfrenta un momento definitorio: no se trata únicamente de nombramientos o cambios estructurales, se trata de la esencia misma de la justicia y de la pregunta central que resonará en cada decisión judicial de aquí en adelante: ¿será esta Suprema Corte el guardián imparcial de la Constitución o se convertirá en una extensión más del poder político? Porque si algo es seguro, es que lo que está en juego no es menor: son las garantías, las libertades y el futuro democrático del país.