Panorama de la producción y exportaciones del rubro automotriz frente a aranceles y T-MEC
La revisión del T-MEC arranca en un escenario complejo marcado por la política proteccionista de Donald Trump y los nuevos aranceles.
La industria automotriz se encuentra en un momento decisivo frente al inicio de la revisión del T-MEC, proceso que quedó formalmente abierto tras la convocatoria pública anunciada recientemente por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR). El contexto no podría ser más desafiante: la política proteccionista impulsada por Donald Trump ha introducido nuevos aranceles que complican el comercio internacional y que ponen en el centro de la discusión a un sector que históricamente ha sido uno de los motores más sólidos de la economía mexicana y de su relación bilateral con Estados Unidos.
La imposición de aranceles a los autos y a los insumos provenientes de China, que alcanzan hasta un 50%, abre un panorama lleno de incertidumbres. Mientras las marcas asiáticas tendrán crecientes dificultades para competir en un mercado cada vez más restringido, la presión de Trump busca que la producción de vehículos regrese a territorio estadounidense, con lo cual se altera la ecuación que durante décadas ha dado forma a la integración productiva de América del Norte.
Hasta ahora, la industria automotriz mexicana ha demostrado una resiliencia mayor a la que muchos analistas anticipaban: tanto la producción como las exportaciones han resistido mejor de lo esperado frente a las medidas restrictivas. Sin embargo, no hay garantías de que esta resistencia pueda sostenerse en el tiempo si el clima político y económico se torna aún más adverso. La revisión del T-MEC traerá inevitablemente nuevos cuestionamientos sobre reglas de origen, cadenas de valor y compromisos en materia laboral y ambiental.
Más allá de las cifras de corto plazo, el gran reto para la industria es aprovechar esta coyuntura para acelerar una integración regional que lleva años pendiente. La necesidad de diversificar proveedores, fortalecer cadenas de suministro y modernizar procesos tecnológicos aparece como una oportunidad que podría, en el largo plazo, darle mayor solidez a la competitividad del sector. Sin embargo, el margen de maniobra es reducido y el costo de no actuar podría ser muy alto.
La pregunta que flota es clara: ¿podrá la industria automotriz mexicana mantener su papel protagónico dentro del comercio con Estados Unidos en medio de estas presiones externas y reglas cambiantes? Por ahora, lo único seguro es que el proceso será complejo, lleno de incertidumbres y con muchas dudas que aún no tienen respuesta.