Más allá de las armas. Abro hilo por Luciana Wainer

Abro hilo por Luciana Wainer: La última masacre en Illinois, EUA, ha reavivado la discusión sobre el control de armas. Debate necesario, sí, pero insuficiente.

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Escrito por: Luciana Wainer
Abro Hilo por Luciana Wainer opinión
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Abro hilo por Luciana Wainer: Un hombre de 22 años compra un rifle de alta potencia en una tienda departamental indistinta, un día como cualquier otro en alguno de los cincuenta estados de Estados Unidos.

Es una situación común y corriente en un país donde hay 120 armas de fuego por cada 100 personas según la organización suiza Small Arms Survey. Ese hombre, o cualquier otro, dispara contra civiles en un centro comercial, un desfile patrio, un concierto o una calle cualquiera. Los detalles, aunque importantes, se vuelven una redundancia después de los 315 tiroteos que han azotado a Estados Unidos en lo que va del año.

Podríamos hablar del último, donde siete personas murieron y otras treinta resultaron lesionadas mientras se desarrollaban los desfiles por el Día de la Independencia. O quizá de la tragedia previa, en la que veintidós personas —en su mayoría niños y niñas— fueron asesinados en Uvalde, Texas. Lo cierto es que hay dos constantes: las armas y el contexto.

De las armas —su regulación o falta de ella— se habla mucho y con razón: Estados Unidos, en 2019, albergó 4% de la población mundial, pero concentró 44% de los suicidios con armas de fuego en el mundo. En materia de homicidios con armas la situación es igual de preocupante: 4 cada 100 mil habitantes; ocho veces más que en Canadá. O cuarenta y una veces más que en España, por ejemplo. La discusión sobre el control de armas es un debate vivo y necesario para empezar a desentramar un problema que a todas luces es cada día más masivo y letal.

Pero del contexto se habla muy poco. Tanya Luhrmann, antropóloga y académica de la Universidad de Standford, publicó una investigación en la que explica que las personas que padecen esquizofrenia tienen características comunes según el lugar en el que viven y la cultura que las rodea. Descubrió, por ejemplo, que las «voces» —producto de dicho padecimiento— que escuchan las personas que viven en India y África suelen ser benévolas y alegres, mientras las escuchadas por personas estadounidenses son amenazadoras y violentas. De las personas entrevistadas de India, más de la mitad dijo que las voces escuchadas eran de familiares o allegados y que les indicaban que realicen tareas del hogar o les daban consejos. Ningún norteamericano describió las voces que escuchaba como algo positivo; cinco de ellos refirió que los llamaban a la guerra.

Independientemente de los hallazgos que la investigación de Luhrmann pueda aportar al estudio de la salud mental, una idea es fundamental: las experiencias psíquicas también se relacionan con el contexto social en el cual están inmersas. Ninguna tragedia o fenómeno social puede abordarse desde una sola perspectiva y dejar de lado la multiplicidad de variables que la rodea. Solo bastaría con preguntarnos: ¿cuántos de los atacantes fueron blancos? ¿cuántos fueron hombres? ¿cuántos se presume que actuaron por racismo o xenofobia?

Las narrativas que reproducen discursos que estigmatizan a la otredad —migrantes, personas racializadas, mujeres, extranjeros, etc.— terminan transformándose en acciones concretas que se amparan en esos discursos. Los contextos históricos de las decisiones políticas que durante décadas han justificado los conflictos armados y las intervenciones militares pesan sobre cada uno de sus habitantes, forman parte del imaginario colectivo y tejen, aún sin quererlo, una forma de ver el mundo.

Una forma que, al parecer, también se materializa en masacres y muerte en su propio territorio. Y las que faltan.

Abro hilo por Luciana Wainer.
@Luciana Wainer_

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