Leonardo Curzio; indignación selectiva, 30 vidas olvidadas en el Puente de la Concordia
La explosión de una pipa de gas en Iztapalapa superó en víctimas mortales al colapso de la Línea 12, pero el clamor social es distinto. ¿Por qué la reacción política es menor ante 30 muertes en el Puente de la Concordia?
La Ciudad de México ha sido escenario de dos tragedias con saldos mortales escalofriantes en los últimos años: el colapso de la Línea 12 del Metro y la reciente explosión de una pipa de gas en el Puente de la Concordia. Sin embargo, la reacción social y política ante ambos eventos revela una paradójica y extraña subjetividad en la indignación pública.
SAT busca cobrar impuestos hasta las propinas
De acuerdo con el artículo 346 de la Ley Federal del Trabajo, las propinas percibidas por los trabajadores son parte del salario del trabajador.
El 3 de mayo de 2021, la caída del tramo elevado de la Línea 12 dejó 27 personas fallecidas. El evento generó una ola de indignación masiva, investigaciones internacionales (como la de los peritos noruegos) y un señalamiento directo a la falta de mantenimiento y a los gobiernos de la ciudad como responsables, según la conclusión de Carlos Slim , empresario que participó en su construcción.
La exigencia política silenciada
En contraste, la explosión de la pipa en el Puente de la Concordia, que ha cobrado la vida de al menos 30 personas—una cifra superior a la tragedia del Metro—, no ha provocado una reacción política y social equiparable.
Se esperaría que, ante 30 decesos, la respuesta inmediata fuera la exigencia de una legislación especial, señalamientos a las empresas responsables de transportar material peligroso y acciones contundentes contra los funcionarios que no cumplieron con su deber de proteger a los ciudadanos. No obstante, la intensidad de la protesta y la demanda de justicia parecen haber sido notablemente menores.
La subjetividad humana ante el dolor
Este fenómeno subraya cómo la indignación de los seres humanos puede ser subjetiva e imprevisible, activándose más o menos en función de factores coyunturales, mediáticos o incluso la naturaleza del desastre. Lo innegable es que treinta muertos son una cifra demoledora que exige, por sí misma, una respuesta política y judicial de máxima seriedad para evitar futuras catástrofes.
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