La obligación de un gobierno es proteger; opina Leonardo Curzio sobre tragedia en Iztapalapa
Más allá de la conmoción y el luto por la explosión en el Puente de la Concordia, surge una pregunta incómoda: ¿es esta tragedia un simple accidente o el doloroso resultado de una negligencia sistémica?

La tragedia en el Puente de la Concordia ha dejado comentarios conmovedores de las familias de las víctimas, que se enfrentan no solo a la pérdida, sino a la sensación de que este desastre es el resultado de un problema mayor.
La aparente resignación de la ciudadanía ante lo que se percibe como la “maldad de la altura” o una tragedia inevitable es, en sí misma, una crítica a la respuesta gubernamental. En lugar de ser un evento fortuito, es visto como la culminación de un riesgo aceptado tácitamente.
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Una falla de prevención, no de maleficio
La tragedia no ocurrió por un maleficio, ni por un castigo divino. Ocurrió porque no se implementó un plan de prevención eficaz. La gente no espera que el gobierno resuelva mágicamente el problema; lo mínimo que se espera es que se acerque a las víctimas con empatía. Sin embargo, esto no exime al gobierno de su principal obligación: ser eficaz y preventivo.
El riesgo cotidiano: bombas rodantes en la CDMX
Es fácil atribuir la culpa al conductor y al supuesto “exceso de velocidad”. Sin embargo, esta tragedia pone en evidencia un problema mucho más grande: la constante circulación de sustancias peligrosas por las calles de la ciudad. Las pipas de gasolina y gas son, en efecto, auténticas bombas rodantes. Es responsabilidad de los gobiernos de todo el mundo, y en particular del de esta ciudad, garantizar que estos vehículos no sean una amenaza para la vida cotidiana de los ciudadanos.
La verdadera eficacia de un gobierno
La eficacia de un gobierno no se mide por su capacidad para reaccionar después de una tragedia, poniendo “cara de circunstancias” y prometiendo ayuda. Su verdadera eficacia se demuestra en su habilidad para prevenirla. La obligación del gobierno es proteger a su ciudadanía, y en este caso, esa obligación no fue cumplida. Esta tragedia es un doloroso recordatorio de que la verdadera seguridad no se improvisa, se construye con políticas de prevención sólidas y una constante vigilancia.
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