Voltaire (1694–1778), nacido François-Marie Arouet, fue un escritor, filósofo e historiador francés cuya vida estuvo marcada por escándalos, enemistades y una obsesión feroz por la libertad intelectual. Antes de convertirse en figura de la Ilustración, fue encarcelado en la Bastilla por satirizar a la nobleza, exiliado a Inglaterra tras provocar a un aristócrata y vigilado constantemente por su pluma irreverente. Su biografía es casi una novela: vivió en casas de mecenas, escapó de la censura escondiendo manuscritos y mantuvo una relación intelectual y sentimental compleja con Émilie du Châtelet, una de las mentes científicas más brillantes del siglo XVIII.
Su trayectoria literaria es igual de explosiva: escribió más de dos mil obras entre panfletos incendiarios, piezas teatrales y ensayos filosóficos que atacaban sin piedad al fanatismo, la corrupción y la injusticia. Entre sus textos más influyentes destacan Cartas filosóficas, que sacudieron a Francia con sus críticas al absolutismo; Diccionario filosófico, una bomba contra la intolerancia religiosa; y Tratado sobre la tolerancia, donde desmontó un caso judicial injusto que conmocionó Europa. Su novela Cándido, quizá su obra más célebre, llevó el sarcasmo al extremo para ridiculizar el optimismo irracional. Voltaire investigaba, denunciaba y escribía sin descanso: tenía una red de informantes que le avisaban de censuras y abusos, y difundía textos anónimos que circulaban como armas clandestinas por todo el continente.
No solo fue un pensador influyente, sino un guerrero intelectual que desestabilizó a reyes, clérigos y tribunales con su ironía feroz y su lucidez radical. Con obras que siguen vigentes casi tres siglos después, su legado perdura porque demostró que la razón puede ser tan explosiva como la pólvora y que una pluma, usada sin miedo, es capaz de transformar sociedades enteras.