El Servicio Sismológico Nacional (SSN) realizó un breve recuento del avance que se tiene en los instrumentos de medición de los sismos, ejemplificando que en 1985 se tardaron días determinar la magnitud, mientras que en el sismo de 2017, en cuestión de minutos se tuvieron todos los datos.
Tras los daños provocados, los científicos estudiaron el subsuelo de la ciudad y se identificó que el suelo arcilloso de lo que fuera el famoso lago de Texcoco, el cual ocasionaba que las ondas sísmicas sufrieran una amplificación sustancial.
Después del sismo de 1985 se entendió que era vital ampliar la red de estaciones sismológicas y mejorar la transmisión de los datos sísmicos.
32 años después, en los sismos de septiembre de 2017, la coyuntura era otra. La red de estaciones sismológicas creció sustancialmente, el equipo sísmico era moderno y de banda ancha, las telecomunicaciones satelitales hacían posible recibir las señales sísmicas en tiempo real.
Los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y del 7 de septiembre de 2017 tuvieron magnitudes mayores que 8.0; fueron 8.1 y 8.2, respectivamente. El sismo del 19 de septiembre de 2017 tuvo una magnitud mucho menor, ésta fue de 7.1.
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