“¡No podemos esperar más!” Jiribilla por Alejandro Brofft

Jiribilla por Alejandro Brofft. Luego de llegar retrasada, a la jefa de gobierno le tocó vivir un momento incómodo en la Marcha LGBT en la Ciudad de México.

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Jiribilla por Alejandro Brofft: Eran las doce horas del último sábado del mes de junio. La agenda histórica dictaba el inicio de la Marcha del Orgullo LGBTTTIQ+ de la Ciudad de México. Para entonces, era claro que la edición 2022 marcaría un hito. En 44 años de historia, jamás el Paseo de la Reforma había lucido así de nutrido previo al arranque de la movilización arco iris.

Las tomas hechas por drones retrataron lo inenarrable: la principal avenida de la capital estaba convertida en un río humano multicolor; desde el Auditorio Nacional y hasta la escultura de “El caballito” de Sebastián. Según cálculos de la aplicación MapChecking, en ese momento, eran más de 232 mil personas entre las calles Florencia y Havre.

Una cuarentena de guerreras estaba lista en las escalinatas de la Columna de la Independencia. Entre muchas otras: Alejandra Bogue, Maca Carriedo, Lol Kin Castañeda, Kenya Cuevas, Emmayesica Duvali, Natalia Lane, Salma Luévano, Ophelia Pastrana, Roshell Terranova y Daniel Vives ‘Ego’ - ‘La Supermana’. Dicho de otra forma: Una poderosa ecuación que sumaba años de visibilización, lucha y activismo a favor de los derechos del colectivo LGBT+.

Eran ellas porque, tras el acuerdo de los tres comités organizadores, serían las mujeres de la diversidad sexual quienes darían el primer paso en la marcha. Llevarían como bandera de lucha: “¡Las calles son nuestras! Por una diversidad libre de odio, violencia y machismo”.

El Comité IncluyeT -principal organizador del Pride de la CDMX- pensó esta circunstancia como una buena oportunidad para buscar, una vez más, a Claudia Sheinbaum. Y es que, desde su llegada a la jefatura de Gobierno en 2018, la mandataria no ha recibido a sus miembros en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. El único acercamiento ocurrió, hace un par de meses, en una junta vía Zoom mientras la mandataria se trasladaba en un automóvil y, según la apreciación sus interlocutores, hacía otras actividades que la distraían de escucharlos con atención.

La invitación para el sábado 25 tenía un propósito expreso: escuchar los posicionamientos del Colectivo LGBT+ de la CDMX. Jaime Morales, director general de Diversidad Sexual y Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de México, sirvió de interlocutor. “La jefa aceptó ir”, les dijo, pero con tres condiciones: Que no haya posicionamientos políticos; que los líderes de los colectivos se mantengan apartados del escenario; y que ella sólo dé una “bienvenida”.

Los activistas dieron como respuesta un rotundo “no”. Si la jefa de Gobierno no estaba dispuesta a escuchar a las mujeres de la diversidad, era mejor que no aceptara la convocatoria. Fue en las vísperas de la Marcha que ambos equipos de trabajo se pusieron de acuerdo. En su conferencia diaria del 23 de junio, ella misma reveló su participación: “Sí, he sido invitada. Voy a estar ahí, en el Ángel. Estamos confirmando el momento, la hora”.

El momento y la hora fueron siempre claros. Medios de comunicación que cubren la fuente capitalina y las mujeres participantes fueron citados a las 10:40 AM. Se les advirtió que a las 11 horas se cerrarían los accesos ya que a partir de entonces nadie podría pasar. La llegada de la invitada, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, se fijó a las 11:40.

Comenzaron a pasar los minutos y la jefa de Gobierno no aparecía. Nadie sabía dar parte de su ubicación. Jaime Morales se limitaba a decir “ya viene”. El funcionario no tardó en perder la cordura mientras iba y venía por las escalinatas con rostro adusto y actitud a la defensiva.

La propia espera, los intensos rayos de un Sol veraniego en posición cenital y el hacinamiento de miles de personas provocaron la desesperación de la mayoría. La inconformidad se expresó pronto en reclamos que iban del “me duele la cabeza” a “nos estamos ahogando”. Con gran habilidad, Ophelia Pastrana, la presentadora del evento, hizo lo que estuvo en sus manos para distraer y animar a los asistentes. Sin embargo, el recurso del grito coral del acrónimo L-G-B-T-T-T-I-Q-MÁS se fue desgastando.

El momento incómodo

Entonces ocurrió uno de los momentos que más ha circulado por redes sociales y que fue protagonizado por Salma Luévano y Emmayesica Duvali. “Hay que recordar que esta marcha es nuestra. Es de la sociedad civil y es de la diversidad. No podemos esperar más. Por lo tanto, no más resistencia”, arengó la diputada por Morena. Inmediatamente después, la icónica vedette trans tuvo que exigir a gritos que no se le apagara el sistema de sonido para decir: “Nuestra marcha ha sido contra el sistema y el sistema nuevamente nos vuelve a invisibilizar. Nos tienen como pendejas dos horas. ¡No es justo! Iniciamos nuestra marcha… ¡Es nuestra!”

Los contrapuestos y descoordinados comités no se ponían de acuerdo si era inevitable arrancar. Jaime Morales aprovechó tal desorden para abandonar su papel de representante del gobierno capitalino y se apoderó del rol de organizador: repartiendo y quitando micrófonos, frenando discursos y ordenando mantener la espera. Así hasta que, después de las 12:30, Claudia Sheinbaum apareció con una despreocupada sonrisa y sin ofrecer disculpa alguna.

Ahí están los videos que dan cuenta de todo: De cómo subió las escaleras y se ubicó distante a las mujeres que ya daban sus posicionamientos. De cómo no saludó a las personas presentes. De cómo no le aplaudió a Ythandehui Arias al término de su participación. De cómo decidió hablar tan pronto Natalia Lane fue presentada.

“Es una marcha de la sociedad. Sólo estamos aquí para decir que es una ciudad de derechos. Y que están bienvenidas, bienvenidos y bienvenides todos en esta gran ciudad de derechos.” Tras pronunciar el lacónico mensaje, la funcionaria retomó su paso para abandonar cuanto antes la glorieta.

“Le pedimos atentamente a la jefa de Gobierno, la doctora Claudia Sheinbaum, que espere un momento para leer el posicionamiento que tenemos las compañeras de la diversidad sexual y de género. Nuestras exigencias deben ser escuchadas. Nuestras necesidades deben ser escuchadas y atendidas”, exigió Lane, una sobreviviente de un intento de transfeminicidio en la Colonia Portales de esta CDMX.

Visiblemente desencajada e incómoda, la mandataria regresó. Tenía la mano temblorosa, aseguran varias. “¿Qué hago aquí?”, preguntó tratando de entender lo que debía hacer. Al parecer, su equipo no le había explicado a lo que iba. Y ahí la abandonó a la deriva. Le ofreció a Lane recibir el posicionamiento a través de un documento para así agilizar la salida de los contingentes que, vale la pena apuntar, ya habían iniciado su rumbo intentando sortear el peligroso embudo humano en el que se había convertido el cruce de Reforma con Florencia.

Natalia no cejó en su propósito y comenzó a hablar. Una vez más, la mirada de la doctora se concentró en el infinito, quizás para simular que no escuchaba los gritos que venían de más allá de las escalinatas: “¡Fuera, fuera!”; ¡Que se vaya, que se vaya!” En un par de ocasiones buscó discretamente abreviar el pliego, a lo que contestaron con arrojo las presentes: “¡Aguante!”; “La que llegó tarde fue usted”.

Pero el asunto no duró mucho más. Oficialmente, no hubo un banderazo o un arranque de la 44ª Marca del Orgullo LGBTTTIQ+ de la Ciudad de México. El silencio, la insatisfacción y la desolación se apoderaron del ambiente y de los participantes que, como pudieron, se fueron perdiendo en la inmensidad de la masa.

En un tuit vespertino de las 16:04, la misma Claudia Sheinbaum aseguró que el #Pride2022 había registrado una afluencia de 250 mil personas. La fiesta no había terminado aún. Ni siquiera había pasado el último carro alegórico frente a la Victoria Alada. Faltaba también por suceder el momento estelar en el Zócalo a donde llegó mucha más gente.

Quedan, pues, muchas preguntas por responder. ¿Cuál habrá sido el número real de asistentes? ¿Por qué invisibilizar a todos aquellos que no fueron contados? ¿Por qué la jefa de Gobierno llegó tarde? ¿Por qué aceptó la invitación sin tener claro a lo que iba? ¿Por qué su equipo la descobijó como lo hizo? ¿Por qué se tapió la antigua Glorieta de la Palma y Reforma 222 pero no se protegió a los contingentes que marcharon a pie? ¿Por qué el operativo policiaco fue simplemente testimonial? ¿Por qué no se activaron los mecanismos de protección civil cuando los asistentes estuvieron en riesgo? ¿Por qué en el Paseo de la Reforma no se instalaron sanitarios portátiles?

Hay una respuesta que pudiera contestarlas todas: “Por desdén”. El Gobierno de la Ciudad de México no anticipó la fuerza y alcance de la comunidad de la diversidad. Y este colectivo no está dispuesta a seguir esperando, a que se le vea como algo menor o que se le use como moneda de cambio.

Jiribilla por Alejandro Brofft
@AlejandroBrofft

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