El paradigma de las víctimas perfectas, un mal entre otros tantos
El ciclo de atención pública hace que, por azar o circunstancia, uno de los cientos de casos de violencia de género o víctimas acapare la discusión: allí también empieza la revictimización.
Si a mí me asesinaran y fuera una más de las víctimas, seguramente algunos dirían que fumaba como una chimenea. No iba de fiesta, pero la ropa que usaba dejaba ver —o, al menos, imaginar—, las curvas de mi cuerpo. ¡Y esas publicaciones! Siempre provocativas, que llevaban a la confrontación; una mujer que se quejaba de todo, una mala feminista, de esas que no se pueden quedar calladas. Para colmo de males; extranjera, de las que osan opinar y criticar en un país que no es el suyo. Palabras más, palabras menos, pero así me imagino los comentarios en redes sociales y algún que otro intercambio en medios de comunicación. Todo esto intercalado —claro está— con algún soplo de condescendencia: Pobre, una tragedia que la mataran, pero…
Los casos de mujeres víctimas de feminicidio o desaparición que por azares del destino, perfil de la víctima o insistencia de las personas cercanas llegan a atraer el foco del interés público en México, tienen más posibilidades de ser atendidos por las autoridades. Están, también, mucho más expuestos a la horda de críticas irresponsables, los ojos que en lugar de buscar al victimario, ponen una y otra vez la responsabilidad sobre la víctima: que si la ropa que usó, que si la hora, que si el lugar. ¿Es este el precio que tenemos que pagar a cambio de la indignación de unos pocos?
Las víctimas perfectas
Pienso en Debanhi, claro está. Pero pienso también en otros cientos de casos; el de Lesvy, el de Ingrid, el de Mariana Lima. Pienso, especialmente, en nuestra obstinada insistencia de exigir la víctima perfecta, la de la conducta irreprochable, como si las diez mujeres asesinadas al día o las siete desaparecidas no fueran prueba suficiente de que no estamos ante un caso aislado, sino de cara a una violencia sistémica que no nos afecta a todas por igual, pero sí nos toca a todas y a cada una de nosotras.
La portada de la @Gaceta_UNAM 💔 pic.twitter.com/qwTjmN8p4E
— Luciana Wainer 💚 (@lucianawainer_) May 2, 2022
Ni los victimarios son monstruos, ni las víctimas son santas. No lo son ni deberían serlo. El problema está en nosotros, que buscamos simplificar cada fenómeno para que logre entrar en nuestras pequeñas cajas de prejuicios heredados y sesgos construidos. Quizá, el error consiste en seguir pensando que los que asesinan, violan o desaparecen mujeres son seres extraños, alejados de nuestra sociedad que no tienen nada que ver con nosotros o que las víctimas de estos delitos nos deben cierto actuar para ganarse nuestra empatía. No vaya a ser que nos demos cuenta que, como pregona el dicho, si no estamos siendo parte de la solución, seguramente seamos parte del problema.
Abro hilo...
Luciana Wainer
@lucianawainer_