Niñas mexicanas son explotadas sexualmente en EE.UU

Rosario Castillo es una nicaragüense de 34 años de edad y, a dicha edad, nadie le ha brindado amor, cariño, ni cuidado. “Nunca tuve nada de lo que tuvieron otros seres humanos” declara.

Rosario es parte de las cientos de mujeres que son encerradas en jaulas de antros y bares de Chiapas, Veracruz, Tlaxcala y las ciudades de la frontera norte de México; lugares donde niñas de siete, ocho años y nueve años son vendidas cual si fueran cualquier mercancía o explotadas con fines sexuales.

El calvario de Rosario comenzó en 1995 cuando ella apenas tenía 12 años. Sus padres habían partido hacia Estados Unidos para trabajar, a su madre cierta persona le dijo que conocían a alguien que podría llevar a la niña hasta donde se encontraban ellos, de ese modo sus padres le avisaron que “un señor mexicano” iría por ella y le conseguiría un pasaporte.

Ella emprendió el viaje sin saber que nunca llegaría a su destino, y por el contrario, se vería inmersa en un infierno de trata de personas y prostitución. En Ciudad Hidalgo, Chiapas, Rosa fue vendida un hombre que tenía un bar, “El Clímax”, ubicado a orillas de la carretera. Se apellidaba Lobos. Nunca supo lo que pagó por ella, pero entendió en lo que había caído desde la primera noche, cuando el dueño del bar y los encargados la “estrenaron”.

Desde entonces, Rosa fue mandada a varias sucursales de “El Clímax” en Veracruz, Chiapas y el Estado de México, hasta que cayó en manos de su nuevo dueño el señor Víctor, originario de Tlaxcala, quien la llevó a trabajar a los campos de Estados Unidos.

“Nos pasaban por túneles, de Tijuana a los campos de California, de Piedras Negras a los de Arizona, de Juárez a los de Texas” señala esta víctima de la trata de personas. Del otro lado, según Rosa, la víctimas de trata son obligadas a producir entre 12 y 15 mil dólares a la semana, la prostituirse de cinco de la mañana a ocho de la noche.

ssb