Intrigado por saber cómo se desencadenaba este fenómeno, Matthew Sachs, un investigador de la Universidad de Harvard realizó un estudio con diez personas que experimentaban escalofríos al escuchar la música y otras diez que no lo hacían.
Tras escanear su cerebro, Sachs descubrió que los que tenían apego emocional y físico a la música también presentaban estructuras cerebrales distintas a las normales.
Esto debido a que contaban con una mayor densidad de fibras conectoras de la corteza auditiva y las áreas que procesan las emociones.Por ende, la investigación arrojó que los cerebros de las personas que reaccionan así a la música tienen una mejor comunicación entre ambos hemisferios.
kcg