En el Museo Larco de Lima, decenas de piezas de arcilla precolombinas con más de mil 300 años de antigüedad muestran, sin pudor alguno, todo el erotismo de la civilización Moche.
Estas vasijas, que muestran cuerpos entrelazados y exponen su intimidad dan una sensación de despliegue de sexualidad. Sin embargo, los “huacos”, como son llamadas este tipo de vasijas precolombinas, tienen una relación y significado muy distinto al de las artes amatorias.
De acuerdo a la expedición liderada en 1987 por el arqueólogo Walter Alva, las posiciones y escenas sexuales representadas en estas vasijas, tienen una estrecha relación con los rituales que propiciaban el erotismo y fecundidad de la tierra, pues la civilización se desarrolló en uno de los climas más secos del planeta.
Los huacos con representaciones de escenas de sexo oral, masturbación y coito, no eran instrumentos de uso diario; ya que al ser ofrendas que reflejaran el círculo de la vida, se utilizaban para atraer la lluvia sobre los campos desérticos, así como propiciar la fecundidad del campo al ser colocada en la tierra durante los entierros.
Asimismo, según los datos arrojados tras la expedición arqueológica, mientras las escenas moches representando la eyaculación son una alegoría a las semillas fértiles y el sexo reproductivo buscaban el éxito de los cultivos; las escenas no reproductivas pueden encontrarse ligadas con las ruegas por una sequía.